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LIFESTYLE: Probaste el Shampoo Solido

¡Compartir es demostrar interés!

Nunca había tenido ningún problema importante en el pelo: ni resequedad, ni grasitud, ni caspa, ni mucho frizz. Tampoco me había hecho ningún tratamiento transformador, solamente algún baño de keratina esporádico, jamás tinturas.Era una especie de virgen capilar a quien el pelo no le traía mayores inconvenientes ni preocupaciones. Así que, cuando en la reunión de sumario de la revista me propusieron probar el champú sólido, mi reacción fue: «¿Por qué no?». Total, ¿qué era lo peor que podía pasar; tener el pelo sucio un par de días? Eso pensé, con total inocencia (¿o inconciencia?).

Así fue que me embarqué en este desafío: iba a probar el champú sólido durante 15 días para ver qué cambios sufría mi pelo y, de paso, comprobaría si este invento era una alternativa más sustentable para el lavado capilar.

Desde el primer momento empecé a comunicarme con Deb y Laura, dos emprendedoras que crearon uno de los champúes sólidos que se consiguen en Argentina. Ellas me explicaron que este producto tenía enormes ventajas: no solo me iba a dejar el pelo más brillante y sin frizz, sino que además era biodegradable, hecho con ingredientes 100% naturales y sin packaging plástico, con lo cual no generaría residuos contaminantes. Y además de informarme, las chicas me fueron acompañando día a día en mi proceso de detox capilar. Así lo llamé porque me iba a depurar por completo de los sulfatos, parabenos y siliconas que venían en los productos que siempre había usado.

EL PROCESO

Llegué la primera noche a mi casa con el jaboncito (el champú sólido tiene forma de jabón) en mano y compré vinagre para enjuagarme, como me habían indicado mis asesoras. Procedí a hacerme el primer lavado y me fui a dormir con el pelo todavía húmedo, más húmedo de lo habitual, pero sin ninguna sensación incómoda. El drama empezó al día siguiente: me desperté y mi pelo no solo no se había secado, sino que, además de lo húmedo, parecía engrasado y, ahora, apelmazado por el contacto con la almohada. Nunca me lo había visto tan horrible. «Bueno, será el primer día de adaptación», pensé, y agarré la primera gomita que encontré para atarme y esconder el desastre melenil que portaba. Todo ese día me reí del tema, vine a la redacción y comentamos entre todas lo incómodo de tener el pelo «sucio». Cero drama, ya iba a mejorar.

Pero ese segundo día volví a lavarme el pelo y no noté ninguna mejora. Y así transcurrió la primera semana, lavado tras lavado, sin sentir que estaba ni cerca de salir de ese menjunje aceitoso en el que se había transformado mi cabeza. Y, claro, me seguía riendo del asunto, total, «es solo el pelo, ni que fuera tan grave», pero me daba cuenta de que el tema me empezaba a dar mal humor. Y que entrar a la ducha se había convertido en un momento de vértigo y salir, lejos de ser el instante placentero que siempre había sido, se había tornado en un momento de total frustración. Ese domingo, día número 7 del experimento, incluso me agarró mucha fiaca de tener que ir al trabajo al día siguiente y exponerme a las miradas de los demás, porque, además, mi desafío incluía ir mostrando la evolución de mi pelo en Instagram.

Había entrado en ese momento bisagra que, según me cuentan quienes hicieron otros tipos de experiencias detox, es común en estos procesos. Ese momento de crisis en el que estás a punto de abandonar, pero hay algo que todavía te sostiene para llegar al final… ¿Orgullo? ¿Esperanza? Puede ser. Creo que, en este caso, lo mío era puro compromiso con la causa. Si no hubiera sido parte de mi trabajo, probablemente hubiera largado todo y hubiera vuelto a lavarme con mi champú de siempre.

LA REVELACIÓN

Así, aguanté un par de días más, en los que a veces parecía que mejoraba, pero no, al día siguiente volvía a retroceder. Muchas chicas que lo habían probado me decían: «A mí me pasó lo mismo; tardé un mes en tenerlo lindo», otras aseguraban que lo habían tenido perfecto al primer lavado, otras confesaban que habían abandonado luego de intentar hasta por dos meses. Mis asesoras (las dos creadoras del champú, más la dermatóloga a quien empecé a consultar) también estaban sorprendidas de la poca mejora que había en mi cabeza, pero no encontraban cuál podría ser el motivo y, al igual que yo, pensaban que eventualmente iba a mejorar.

Hasta que llegó el día número 10. Ese día me volví a lavar y, al salir de la ducha, de nuevo sentí ese aplomo que se había vuelto habitual en mi rutina. Y dije: «Basta, esto no puede ser» y ahí, no sé por qué razón, tuve un momento de lucidez: recordé que, al empezar el proceso, había visto dos instructivos del champú que eran casi iguales, salvo por un pequeño detalle: en uno de los instructivos decía que había que hacer dos enjuagues al lavarse; uno con vinagre y agua y otro, después, con agua sola. El otro instructivo decía que había que hacer tres enjuagues: uno primero con agua, otro con agua y vinagre y un tercero con agua sola. En ese primer momento yo me había inclinado por el instructivo que mencionaba solo dos enjuagues, porque pensé que lo otro era una exageración o hasta un error, una confusión del que lo había escrito. Por alguna razón recordé esos dos instructivos recién al décimo día y ahí consulté a Deb y Laura cuál de los dos era el correcto. Obviamente, el de los tres enjuagues.

La epifanía había tardado en llegar, pero por fin se me aparecía como una revelación salvadora que cambiaría el rumbo del #OHLALÁchallenge, como habíamos denominado al desafío. Los últimos 5 días, aplicando este método de los tres enjuagues, mi pelo no hizo más que mejorar exponencialmente y llegué al final habiendo recuperado mi cabellera de siempre.

EL VEREDICTO

And the winner is… ¡champú sólido! Sí, a pesar de todo lo que me costó encontrarle la vuelta a este producto, elijo incorporarlo de ahora en más a mi rutina de baño en reemplazo de la crema tradicional. ¿Por qué? En estos 15 días, comprobé que, usándolo correctamente (¡ja!), su uso me deja el pelo limpio, brillante y sin frizz. Sin embargo, esta no es la razón por la que se erige como ganador del desafío, ya que, sinceramente, creo que podría conseguir los mismos resultados capilares (o muy similares) con cualquier otro champú. En mi caso, el principal motivo para elegirlo es generar en mi casa un nuevo hábito sustentable: con muy pocos cambios en mi rutina de baño, ahorro agua y genero muchos menos residuos, sin que mi pelo sufra ninguna consecuencia negativa. Incluso dejé de usar acondicionador, ya que el vinagre, además de nivelar el pH del cuero cabelludo y aportar brillo, actúa como desenredante y, como tengo el pelo bastante corto, no nocesito nada extra para eliminar los nudos. Así que te invito a probar este combo ecológico que, con un poco de paciencia, puede mejorar la salud de tu pelo y, además, ayudarte a sumar tu granito de arena para cuidar nuestro querido planeta Tierra. ¿Quién se suma?

TU PROPIO CHALLENGE

Cada experiencia es diferente, tanto por el tipo de pelo que tenés, como por el cuero cabelludo, la marca de champú sólido elegida o hasta el agua de la zona en que vivís. Todo influye en el resultado final. Por eso, convocamos a otras chicas para que nos cuenten cómo les fue a ellas (abajo, en la caja de testimonios). Pero si seguís con ganas de chusmear cómo fue mi experiencia, en nuestra cuenta de Instagram, @revistaohlala, fuimos registrando el día a día de este desafío capilar. Podés verlo completo en nuestras stories destacadas del #OHLALAchallenge.

Beneficios del champú sólido

  • 1. Es más sustentable. Es biodegradable, está hecho con ingredientes 100% naturales. Varios, como el que probamos en esta nota, usan aceites orgánicos. No tiene envase plástico. Una vez adaptado el pelo, la idea es empezar a espaciar los lavados cada vez más, por lo tanto, se gasta mucha menos agua.
  • 2. Es mejor para el pelo. Una vez adaptado el pelo al uso del champú, te lo deja más brillante. Esto, en parte, es gracias al uso de vinagre en el enjuague. Elimina por completo el frizz. No tiene sulfatos, parabenos ni siliconas, por lo que el pelo se mantiene más natural y no genera tanto sebo, lo que hace que se ensucie menos y no haga falta lavarlo tan seguido. Hay gente que usa el champú cada 4 o 5 días.
  • 3. Es más económico. Dura alrededor de tres veces más que un champú líquido tradicional, con lo que compensa la diferencia de precio inicial.

Cómo usarlo

Fuente: OHLALÁ! – Crédito: Anahí Bangueses Tomsig. Producción de Yamila Bortnik.

1. Frotar el champú sólido en las manos o directamente sobre el cuero cabelludo.

2. Masajear; cuanto más, mejor, para eliminar toda la suciedad. Al no tener sulfatos, se genera menos espuma, pero limpia igual.

3. Enjuaguar con abundante agua.

4. Hacer un segundo enjuague con 1/3 de vinagre y 2/3 de agua. Este lavado ácido nivela el PH del cuero cabelludo.

5. Enjuagar otra vez solo con agua. El pelo se debería lavar con la misma frecuencia de siempre, pero lo ideal es bajar la frecuencia una vez hecha la adaptación al producto. Este período de adaptación suele durar entre 2 y 5 semanas, pero hay quienes, al primer lavado, ya lo tienen bien. El champú sólido se puede usar en todo tipo de cabellos: teñidos, alisados, grasos o secos. Sin embargo, lo mejor es consultar con un dermatólogo antes de arrancar.

Vinagre lovers

Lo venimos diciendo desde hace tiempo: el vinagre es mágico y tiene mil usos. En este caso, es fundamental para enjuagar el pelo, porque:

  • Restablece el PH ácido del cuero cabelludo, que se ve alterado al lavarlo.
  • Regula la cantidad de sebo y la caspa. Tiene propiedades antibacterianas y antifúngicas que ayudan a combatir las bacterias y hongos que causan la caspa, la picazón y la sequedad del cuero cabelludo.
  • Ayuda a sellar la cutícula y con esto hace que el pelo esté más suave y brillante. Este beneficio también ayuda a conservar la humedad natural, lo que evita problemas de puntas abiertas.
  • Ayuda a desenredar el pelo, lo suaviza y lo deja más maleable. Es probable que no necesites más acondicionador.
  • Reduce la estática (el frizz que tanto nos cuesta combatir).
  • Atenti: aunque todas conocemos su olor fuerte, lo bueno es que una vez que el pelo se seca, ya no huele a vinagre.

La importancia de consultar a un profesional

Por Vanina Gedyzsman , dermatóloga especialista en tricología.

Como médica dermatóloga, estoy completamente a favor de los productos sustentables, orgánicos y cruelty free. En los últimos años han surgido muchos productos naturales que son realmente excelentes. Sin embargo, existen diversas patologías para las cuales es necesario indicar determinados tipos de champú, por ejemplo, dermatitis seborreica, psoriasis, eczemas o algunos tipos de alopecia.

Esto me lleva a la conclusión de que, si bien la propuesta del champú sólido es muy buena y trae buenos resultados en la mayoría de los pacientes, no es para todos, aunque las tendencias confronten con esa idea. Existen diversos tipos de productos, adecuados a cada tipo de cabello y de cuero cabelludo, también con diferentes componentes, más o menos naturales. Por eso, considero que, ante la iniciativa de cambiar el champú, se aproveche la oportunidad para consultar con un médico dermatólogo especialista en tricología para descartar patologías y, a partir de ahí, probarlos, conocernos cada vez más y estar alertas a cómo respondemos a los cambios.

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