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FEMINISMO – Lo laboral es político: qué son las productivas feministas

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La llamada “cuarta ola feminista” volvió a poner en foco las diversas problemáticas a las que se enfrentan actualmente las mujeres. Las agrupaciones que reúnen a un gran número de manifestantes en cada marcha de #NiUnaMenos tienen su correlato en la realidad cotidiana, donde comienzan a mostrarse cambios observables. Uno de ellos, en el plano del trabajo y de la producción.

En las redes sociales, en los mercados, en los barrios, en ambientes inusuales, en las universidades, se reproducen a un ritmo vertiginoso los proyectos de la llamada “economía feminista”. Son “productivas”, “grupas”, “redes tejidas con sororidad”, cooperativas, en las que las productoras –todas ellas mujeres o disidencias de género– establecen lazos a partir de una actividad productiva o tendiente a resolver una preocupación económica; aunque no todas se quedan sólo en esto.

Flor de Luna es un emprendimiento productivo (o sólo una “productiva”) feminista que empezó en 2011. Se dedica a comercializar “productos de higiene íntima para cuerpos menstruantes, alternativos y conscientes”, según una de sus creadoras, Noelia Sánchez. Elaboran, entre otras cosas, toallitas femeninas de tela, protectores diarios y protectores de lactancia.

“Compartimos una idea sobre la gestión de la salud de las mujeres. Fuimos produciendo libros y pensando críticamente en nuestros cuerpos. Tenemos un sitio web, un blog y estamos por editar los primeros libros de autoras mujeres de poesía”, explicó Noelia.

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El emprendimiento fue iniciado por dos personas y en la actualidad están cerca de reunir a 100. “En la rama productiva son más de 20. Hay vendedoras en todo el país. Somos una red de mujeres y sostenemos esa política de venta comercial. Hay más de 70 vendedoras, cinco ilustradoras y cinco escritoras pagas”, se entusiasmó la creadora de Flor de Luna.

Para Noelia, la solución de las necesidades económicas empodera a las mujeres y las protege de una situación de vulnerabilidad. “La resolución de la materialidad de la vida es una pata fundamental en la autonomía de las mujeres. Cuando podés resolver la materialidad, tenés posibilidades de salir de situaciones de violencia, o que te disgustan. Por otra parte, las productivas colectivas generan lazos cotidianos con otras mujeres y se producen las redes. En tercer lugar, al generar una circulación de información y datos, o formas de pensar las cosas, se abren nuevas posibilidades para las mujeres”, sostuvo.

De estas 100 mujeres, una parte vive exclusivamente de la actividad productiva de Flor de Luna. “El producto que ofrecemos busca fomentar la liberación de las mujeres. Además, en todos los espacios de trabajo se trata de desplegar al máximo las capacidades de las integrantes. El patriarcado y el capitalismo han ido siempre juntos. Gracias a las cosas que vamos construyendo, y a los modos que ponemos en práctica todos los días, nos va excelente: funciona muy bien nuestra productiva, incluso en instancias de crisis como la actual”, aseguró Noelia. Y diferenció el inicio de la actividad con la actualidad: “Al principio, no le llamé ‘productiva feminista’, a pesar de que lo era; con el tiempo, eso se hizo patente y por eso empezamos a nombrarnos de esta manera”.

En la actualidad, además de sus productos –que se consiguen a través de redes sociales y en comercios específicos de distintos puntos del país, o a través de las vendedoras–, Flor de Luna se encuentra desarrollando el proyecto llamado “Gestando sororidad”.

“Creemos que se pueden generar acciones sociales novedosas, diferentes y feministas. Organizar acciones sociales de promoción de las mujeres, como reuniones, espacios de formación, espacios de oficios; nos gustaría hacer radio”, comentó Noelia. Además, coordinan con otras productivas locales, como lo hacen con el centro de formación e innovación textil Overola de la mutual Carlos Mugica.

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Menos extenso en el territorio, pero igual de impactante por su capacidad de atención al público y el alcance de la propuesta, es la feria de comidas y bebidas de Fuegas, que funciona los jueves en el Pabellón Venezuela de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). “Somos una agrupación de gastronómicas, cada une (sic) con un emprendimiento en distintos niveles de desarrollo. Al principio, pusimos en común las problemática que teníamos y la necesidad de sobrevivir, pero sin comernos la curva del emprendedorismo que te propone el neoliberalismo”, explicó Eugenia, una de las mujeres que reivindican la cocina como terreno de empoderamiento.

Para las Fuegas, la cocina puede convertirse en un sitio que te aísla de otros, o todo lo contrario. “Quisimos juntarnos con otras, con otres (sic) y con las disidencias, desde el feminismo; sin varones cisgénero, a partir de una disciplina que nos permite hacer compras colectivas, garantizar la calidad de la producción, ordenar, limpiar; evitar la competencia, construir a partir de la sororidad”, dijo su vocera.

“La salida gastronómica está a mano de las mujeres y las identidades disidentes. Trabajamos en apoyar a compañeras que no vienen del rubro, pero encuentran en la cocina, como espacio político, la manera de generar un ingreso”, explicaron.

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“Nosotras nos entendemos como colegas. No somos competencia. Trabajamos sin patrón, para nosotras y el espacio colectivo. La feria tiene que ser atractiva y los productos deben tener estándares de calidad. Venimos de un feminismo popular y latinoamericano; nos manejamos por asambleas y queremos que todes (sic) puedan visitarnos, se acerquen a preguntar, a conocer que hay otras realidades más allá de la pantalla de la computadora o el celular”, sostuvieron. Y aclararon que en la feria también circula el trueque como forma de intercambio.

Más hacia el centro de la ciudad, en barrio Alberdi, una cooperativa textil tiene múltiples máquinas de coser que están a disposición de sus integrantes, todas ellas mujeres. Se trata de la cooperativa Manos Latinas, que fue impulsada por la agrupación Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumala).

“Hace 12 años se presentó un proyecto al Gobierno nacional para comprar las máquinas. Esas herramientas fueron recuperadas por las mismas compañeras, cuando en 2015 fundamos la cooperativa”, relató Gilda, fundadora de Manos Latinas.

Cooperativa textil. Carolina Carrizo y Gilda Rojas, en el taller de Manos Latinas, que funciona en el tradicional barrio Alberdi. (José Hernández)

Cooperativa textil. Carolina Carrizo y Gilda Rojas, en el taller de Manos Latinas, que funciona en el tradicional barrio Alberdi. (José Hernández)

En el taller se realizan confecciones a pedido, pero sobre todo se tejen redes con otras productivas y otros sectores, no necesariamente vinculados al feminismo, que les solicitan productos. “Nos fuimos encontrando con la economía social y eso nos abrió un montón de puertas a partir del cooperativismo, y surgimos de allí, como compañeras de los barrios. Somos seis compañeras, pero hay una bolsa de trabajo que se activa cuando ingresa un pedido”, detalló Gilda.

Desde la cooperativa, entienden que hay un valor extra que tiene la composición de la textil, que es integrada y manejada por mujeres. “Estos espacios son los que suelen tener mayor explotación hacia las mujeres y algunos hasta son centros de trata y explotación infantil. Es importante que los consumidores busquen estas experiencias que aportan a la producción sin explotación”, plantearon.

De todo lo que se recauda a partir de las ventas, un 30 por ciento vuelve a la cooperativa. “Acá no hay jefes ni personas que se llevan la mayor cantidad de dinero. Un 70 por ciento es el dinero de las personas que cosen y el resto queda para la organización. A eso le llamamos retorno”, dijeron.

Una cuadrilla sólo de mujeres

Catalina Bellezze fue al colegio técnico y allí descubrió su pasión. No hay nada que le entusiasme más que el trabajo propio de las obras en construcción.

“Mi especialidad es el mantenimiento de gas, service, arreglo de artefactos, algunas instalaciones y plomería en general”, contó entusiasmada. En la actualidad, tramita la matrícula de maestra mayor de obra, para luego obtener la de gasista.

“Arranqué por el grupo de Facebook Feministas Trabajando, que es una bolsa de trabajo en la que las mujeres ofrecemos lo que sabemos hacer y otras chicas pueden contratarnos. Antes de entrar a la grupa (sic), enviaba currículums a las constructoras, pero no me llamaban. Hace dos años me largué”, recordó Catalina.

El primer arreglo que hizo fue en una cocina que no se mantenía prendida. Para ella, que vive exclusivamente de sus oficios, en invierno hay un incremento inusual de trabajo. No alcanza a cubrir todos los pedidos que recibe.

“En las obras no hay una sola mujer, ni otra identidad. Me tuve que pelear con miles de obreros que no me dejaron laburar tranquila. Me preguntaban por qué estaba ahí, o me invitaban a salir. La solución fue que el hombre que me contrataba me presentaba como su sobrina. Me peleé con arquitectos que pedían mi número con la excusa de llamarme para trabajar, y al final era para invitarme a salir. Todo esto me alejó de las obras”, contó con enojo la gasista y pidió un cambio radical en estos entornos laborales.

A raíz de su trabajo, conoció a otras mujeres que tienen sus mismos intereses y se fueron haciendo fuertes en distintos oficios. Tiene un grupo de cuatro al que llama “La cuadrilla”. Con ellas sí encaran trabajos de mayor envergadura, como una obra en construcción que requiere varias tareas en simultáneo.

Adriana Gigena hace pintura, plomería, cloacas, electricidad, gas y albañilería. Junto con Catalina y otras dos mujeres hacen frente a un abanico de contrataciones, que por cierto les producen agobio, porque cada vez tienen más pedidos.

“Desde 2006, viví en Estados Unidos y en aquel país aprendí sobre construcciones y remodelaciones. De tanto renegar con los plomeros y los electricistas empecé a investigar sus trabajos, y así aprendí. Desde que volví a Córdoba no para de salirme trabajo. No doy abasto. Me dedico solamente a esto; tengo dos hijos y los mantengo con mis oficios”, relató Adriana.

“Lo más importante es que cuando te gusta hacer algo le metés el corazón y el alma, y me gusta que la gente se quede conforme conmigo. Tengo mucha demanda, porque se pasan el dato de boca en boca. La gente está cansada de que los tipos la chamuyen, que le rompan todo y le hagan un desastre por precios cada vez más impagables”, concluyó.

Mecánica. Una derivación de la agencia de conducir.

Mecánica. Una derivación de la agencia de conducir.

Sin los mitos de los roles de género

“Damos un taller de mecánica liviana, que surge por la demanda de las chicas que aprenden a conducir en la escuela de manejo. La primera pregunta es qué pasa si se me pincha una goma, o cómo cambiar el agua y el aceite”.

Lo que Florencia “Flora” Ceaglio describe es la derivación de otra iniciativa novedosa. Desde hace un tiempo, ella y su socia, Sofía Lozada, forman a conductores (mujeres y varones), quienes también les piden asistencia con el mantenimiento del vehículo. “La necesidad de las nuevas conductoras encendió el bichito de la curiosidad y empezamos a estudiar mecánica, para generar un espacio de estudio. Está dirigido principalmente a mujeres, pero es abierto a todo público. De esta manera no vas a estar obligada a recurrir al mecánico”, explicó Florencia.

La nueva actividad que promocionan es un taller de mecánica ligera y mantenimiento del vehículo. “El primer taller fue el 11 de mayo en la academia Tu Box. Tuvo una gran convocatoria. Empieza con una parte teórica, en la que se explica el funcionamiento interno del motor, para que se entienda qué pasa cuando manejamos el auto, y todo el sistema mecánico de funcionamiento. Luego, hay una parte práctica para aprender mecánica liviana”, detalló la mecánica.

Es verdad que muchos conductores se encuentran con un enigma al abrir el capó. “En el taller vemos todo lo que se puede hacer y reconocer en las partes más importantes del motor, la fusiblera, o el cambio de neumáticos. Cosas que son básicas, pero pocos las dominan. También revisamos lo que es recomendable cambiar cada cierto tiempo. Brindamos un material teórico y aprendemos a leer los manuales de nuestros vehículos”, explicaron las talleristas.

“Las mujeres terminan ahorrando plata porque hacen sus propios mantenimientos mecánicos. Además, evitan el deterioro, lo que evita gastar dinero. No necesitamos de otros que nos ayuden para cambiar neumáticos y mecánica no se trata de fuerza”, plantearon.

El próximo taller es en la localidad de Mendiolaza, el próximo sábado y las inscripciones son hasta hoy. En la Capital, el 13 de julio, de 10 a 14. Los cupos son limitados, como consecuencia de la intensa demanda.

La Voz

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