Cómo son los superbebés de Silicon Valley: niños perfectos “creados” en laboratorio
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He aquí mi superbebé”, dijo con orgullo un inversor en una fiesta en su casa, mientras levantaba con ambas manos a su hijo recién nacido. No se trataba solo de un padre cariñoso, sino de la nueva obsesión de las familias millonarias: diseñar hijos genéticamente “superiores” para mejorar la especie humana.
Es el viejo sueño de la eugenesia que hoy regresa de la mano de startups que prometen crear una flamante élite biológica entre los más poderosos.
La escena, de la que fue testigo la periodista del The San Francisco Standard Margaux MacColl, ocurrió semanas atrás y muestra a las claras cómo en ciertos círculos de Silicon Valley ya circula con naturalidad la idea de diseñar genéticamente a los hijos.
El bebé, producto de una fertilización in vitro con selección genética, fue presentado en sociedad como “lo mejor que la biotecnología podía ofrecer”: baja predisposición a enfermedades como el Alzheimer, la diabetes o la bipolaridad y un potencial cognitivo optimizado por un algoritmo.
Y en su concepción no hubo nada de azar sino el trabajo de Orchid, una de las empresas tecnológicas que aborda la decisión de tener hijos por medio de algoritmos, datos, puntuaciones de riesgo y decisiones estratégicas.
Detrás de esas compañías está la Prueba Genética Preimplantacional para Riesgo Poligénico (o PGT-P, por sus siglas en inglés), una técnica que se utiliza en la reproducción asistida para evaluar el riesgo de enfermedades complejas de inicio en la edad adulta en embriones obtenidos por fecundación in vitro.
A diferencia de otras pruebas, aquí se analiza el riesgo de enfermedades causadas por la interacción de múltiples genes y factores ambientales.

Detrás de Orchid y de Nucleus, la otra startup de moda, hay inversores poco conocidos como el orgulloso papá de esta criatura, pero también aparecen celebridades como el CEO de la empresa responsable de ChatGPT, Sam Altman, el genio de las criptomonedas Vitalik Buterin y Elon Musk, quien habría usado este método en al menos uno de sus hijos.
En busca del bebé «perfecto»
Noor Siddiqui, fundadora de Orchid, repite como mantra la frase “el sexo es para placer, los hijos se producen en laboratorios”.
A sus 30 años, logra que los millonarios apuesten por sus ideas al contar que planea tener cuatro hijos diseñados, sin dejar nada librado al azar.

En los Estados Unidos, estas compañías operan en un mercado completamente desregulado, sin control ni revisión de sus algoritmos o procesos. Nadie protege, tampoco, a estos futuros adultos que son pensados casi como proyectos de marketing biotecnológico.
Pero los riesgos van más allá de los peligros médicos. El regreso de la eugenesia parece cada vez más cercano. Cuando se decide no implantar un embrión porque tiene mayor riesgo de esquizofrenia, ¿se está eligiendo salud o eliminando la neurodivergencia?
¿Qué pasará cuando se pueda elegir también inteligencia, altura o rasgos de personalidad como la obediencia o la rebeldía? ¿Quién tendrá acceso a esta nueva “genética premium”? Preguntas demasiado complejas como para que las elites de Silicon Valley las respondan por ellas mismas.
CLARIN