Agro

En 40 años, los márgenes del agro se triplicaron en la zona núcleo

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En la campaña 1979/80, en el departamento Marcos Juárez se sembraron 71 mil hectáreas con soja, según los registros del Ministerio de Agricultura de la Nación. Con un rendimiento promedio de 20 quintales por hectárea, y con el descuento del área perdida por factores climáticos, se alcanzó una producción de 92 mil toneladas. ¿Su valor? Hasta 2002, alrededor de 200 dólares la tonelada.

Cuatro décadas después, en la última campaña (2018/19), la superficie sojera creció seis veces y media hasta 466.300 hectáreas; los rindes se duplicaron hasta más de 40 quintales. El resultado: una cosecha que se multiplicó por 20 hasta 1,85 millones de toneladas. En el medio, el récord de siembra se logró en las campañas 2008/09 y 2009/10, con más de 630 mil hectáreas; y el pico productivo fue en 2014/15, con 2,5 millones de toneladas. ¿El precio?: 290 dólares por tonelada en la última década.

Los datos anteriores son una muestra a escala pequeña del exponencial proceso de crecimiento del agro desde fines del siglo 20, y que llevó a que el país se posicione en términos competitivos como uno de los mayores proveedores de granos a nivel mundial.

El departamento Marcos Juárez, junto a su colindante Unión, forman parte de la zona núcleo que posee uno de los suelos más fértiles del país y están a corta distancia del polo agroexportador del Gran Rosario, uno de los más eficientes del mundo. Por eso, han sido actores protagónicos de esta película exitosa que ha ratificado a la Argentina en los puestos de vanguardia del mapa de los alimentos.

Cambios económicos

Semejante salto productivo también significó un ascenso económico para los productores. Así lo muestra un informe elaborado por el economista Carlos Ghida Daza, del Inta Marcos Juárez.

“Análisis económico de cambios en los sistemas predominantes del sudeste de Córdoba en el período 1979 -2018”, es el título de un informe que presentó en la 50ª reunión anual de la Asociación Argentina de Economía Agraria.

Allí, el técnico del Inta analiza cómo evolucionaron los indicadores económicos y de rentabilidad para tres modelos de explotación teóricos (uno agrícola, otro mixto agrícola-bovino y uno agrícola-porcino) en el sudeste cordobés. Para ello toma como base datos de los censos agropecuarios 1988, 2002 y 2008 (los del 2018 todavía no se habían publicado cuando redactó el trabajo), y de otras fuentes como el Ministerio de Agricultura de la Nación y la Bolsa de Comercio de Rosario.

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Expresados en dólares por el tipo de cambio de cada período relevado, los números económicos son coincidentes: el resultado operativo por hectárea se triplicó para todos los sistemas. Y dentro del periodo evaluado, la clave del despegue fue lo que ocurrió en los últimos 15 años.

“El resultado operativo es lo que le queda al productor después de pagar todos los gastos fijos, como alquileres, siembra, pulverización y cosecha; y los de estructura, como impuestos y recursos humanos. Este valor mejoró gracias a los aumentos de productividad, fundamentalmente en los granos, y al salto de los precios que ocurrió a partir de 2004”, sintetizó Ghida Daza a Agrovoz.

SOJA. Es la base del crecimiento que mostró el negocio agropecuario en la zona núcleo cordobesa: con más siembra y rindes, la cosecha se multiplicó por 20 entre 1979 y 2018. (AP)

Según sus cálculos, en el sistema agrícola –supone más del 80 por ciento de la superficie del establecimiento dedicada a producir granos (trigo, soja de primera y de segunda, y maíz)– el resultado operativo por hectárea trepó de 106,8 dólares en el comienzo de la serie, a 331,7 dólares en la última década. Es decir, una revalorización del 210 por ciento.

En el mixto bovino –entre 30 por ciento y 80 por ciento del campo destinado a la siembra de cultivos y un rodeo de por lo menos 40 cabezas–, la variación fue del 217 por ciento: de 72,8 dólares por hectárea en el período 1979-1988 a 230,9 dólares entre 2009 y 2018.

Por último, el modelo porcino –incorpora un plantel mínimo de ocho cerdas madre o cuarenta cabezas en la piara (límite para considerar la actividad ganadera como comercial y no solo de autoconsumo)– mejoró 184 por ciento sus ingresos: de 89,5 dólares por hectárea a 254,4 dólares entre los lapsos evaluados.

MAÍZ. Si bien las hectáreas sembradas han permanecido estables a lo largo del tiempo, la cosecha creció 2,5 veces gracias a los mejores rindes. (Pexels)

Para Ghida Daza, un dato fundamental parar mirar con lupa es el “marcado incremento del capital total de un establecimiento, debido a la valorización de la tierra”.

Hasta fines de la década de 1990, una hectárea en Marcos Juárez tenía un valor de entre tres mil y cuatro mil dólares. A partir del boom de la soja, pasó a cotizar en la actualidad a más de 16 mil dólares.

“Lo importante es que el aumento de los rendimientos y de los precios hizo que, a pesar de la suba del capital tierra y del incremento de los costos de arrendamiento para quienes producen en campo alquilado, la rentabilidad en relación al capital se mantuviera positiva”, expresó Ghida Daza.

CÁLCULOS. "El resultado por hectárea mejoró gracias al salto de los rindes y a la sube de los precios", analizó Carlos Ghida Daza. (Inta)

En otras palabras, el dueño de la tierra ganó tanto por la revalorización de su capital como por ponerla en producción. Y el contratista también mantuvo rentabilidad.

De todos modos, al haber expresado un repunte tan grande el valor de la tierra, la renta sobre capital estimada en la actualidad es lógicamente menor a la de hace cuatro décadas. En el sistema agrícola, Ghida Daza la calcula en 2,02 por ciento, contra 3,67 por ciento de 1979-1988; en el mixto, de 1,40 por ciento frente al 2,85 por ciento inicial; en el porcino: 1,46 por ciento contra el 3,21 por ciento en el inicio de la serie.

La Voz

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