Salud

Las adicciones en mujeres, una problemática invisibilizada y vinculada a la violencia sexual

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A partir del registro de llamadas a la línea 141, la titular de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (Sedronar), Gabriela Torres, sostuvo que el consumo de sustancias psicoactivas está «invisibilizado» en las mujeres, quienes, al pedir ayuda a esa vía de contacto oficial, «lo hacen para otros y en menor medida para sí mismas» debido a los «estigmas» sociales que pesan sobre ellas.

Las estadísticas de la Sedronar revelan que el 75% de llamadas a la línea 141 de atención, acompañamiento e información sobre consumo de sustancias son hechas por mujeres, quienes en ocho de cada diez casos piden por un hombre, un hijo, marido, o sobrino.

«Hay una cuestión de género en cuanto a tareas de cuidado, como si ellas (las mujeres que llaman al organismo) fueran responsables» frente las adicciones o consumos problemáticos de sus varones allegados, señaló Torres a Télam.

«Hay una cuestión de género en cuanto a tareas de cuidado, como si ellas (las mujeres que llaman al organismo) fueran responsables»Gabriela Torres, titular de Sedronar

Algunas de las causas que halló la Sedronar en esa «invisibilización» se vinculan al «doble estigma» de que por ser mujer se las culpa por consumir, por ser algo incompatible con los mandatos hegemónicos que «las ubican en el lugar del cuidado de otras personas».

En cambio, el consumo en los varones «muchas veces naturalizado», es más bien asociado a «estereotipos de género de la masculinidad hegemónica».

«Siempre el consumo problemático es un síntoma de un montón de situaciones que hay que desarmar», subrayó Torres.

Los consumos problemáticos de drogas atraviesan a todas las clases sociales y edades

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La funcionaria agregó que el Estado «enmarca la problemática del consumo en un problema de personas, no de sustancias, es decir, es un problema de derechos humanos, que tiene que ver con el mal vivir, la trayectoria de vida, la posibilidad de haber accedido a cuidados, la historia de su cuerpo, la historia de la construcción de su subjetividad y después la época y el contexto. No se trata solo de eliminar la sustancias circulantes porque el malvivir no se resuelve solo con eso».

A su vez, señaló que si bien en general el consumo de drogas en mujeres está invisibilizado y paradójicamente «hipervisibilizado», cuando «sale una mujer que dice yo consumo y la sociedad te castiga mucho más».

EL PESO DEL ESTIGMA HACIA LAS MUJERES EN EL CASO DE LA COCAÍNA ADULTERADA

En situaciones de extrema necesidad y urgencia, como el caso de la cocaína adulterada que provocó la muerte de, al menos, 24 personas en los partidos bonaerenses de San Martín, Tres de Febrero y Hurlingham a principios de este año, las mujeres en situación de consumo de drogas son atravesadas por «triples estigmas» por la carga en cuanto a tareas de cuidado que se deposita en ellas, lo que las lleva a que «sea más importante sostener el secreto, que la propia vida», señaló Lucía Capra, coordinadora de la casa de acompañamiento Kuña Guapa, ubicada en San Martín.

«Las mujeres, lesbianas, travestis y trans, a la hora de plantear una situación de necesidad vinculado al consumo de sustancias, nos pasa que nos atraviesan los dobles o triples estigmas, nos genera muchísimo temor la carga que se deposita en nosotras como cuidadoras y como personas que deben ejercer ese cuidado de una determinada manera porque de otra manera sería juzgado», agregó.

En la situación extrema de la cocaína adulterada «surgió que era más importante sostener el secreto del consumo antes que la propia vida, algo que para nosotras fue muy impactante porque muchísimas mujeres se acercaron a pedirnos ayuda», agregó la psicóloga social.

En relación a este hecho, Capra subrayó además que se acercaron «sin poner en palabras que consumían esta sustancia», pero también «sin acceder a la intervención de un hospital por el miedo de que les saquen a los hijos o que vaya una trabajadora social y que vaya a hacer una intervención a sus casa donde ‘no tienen todo lo que debería tener una madre perfecta o hegemónica’, esa figura de madre que todo lo puede, omnipotente, que para nada es la de las personas de verdad».

«La situación particular del consumo y las tareas de cuidado es una violencia que se ejerce hacia nosotras por nuestra condición de género y que no les pasa a los varones, primero porque de ellos no se espera cuidado, pero además porque no es tan juzgado como hacia nosotras», concluyó la referente del espacio.

Por su parte, Cintia Quetglas, promotora de reducción de riesgos de Kuña Guapa, que previamente había sido asistida en situación de consumo en el mismo lugar, consideró en diálogo con Télam sobre el evento sucedido en San Martín que las personas «no se murieron, si no que las mataron».

«Tuve un sinfín de llamados ese día de personas que habían tomado la noche anterior pero no se atrevían a ir al hospital ni a la comisaría porque les daba vergüenza y porque los juzgan como ‘drogadictos'», detalló.

Por último, la titular de la Sedronar, Gabriela Torres, señaló a Télam que cuando pasó el suceso de la droga adulterada, la línea 141 estuvo tres días las 24 horas en la televisión porque todos los canales hablaban sobre consumo de sustancias y, «el primer día, los llamados crecieron un 72%» lo que quiere decir que «hay necesidad y que todos tienen alguna preocupación con los consumos», concluyó.

Lucía Capra (32) es psicóloga social y coordinadora de la Casa de Atención y Acompañamiento comunitario (CAAC) conveniada con la Sedronar Kuña Guapa -«mujer trabajadora» en guaraní-, ubicada en el partido bonaerense de San Martín para la problemática de mujeres e integrantes del colectivo LGBTQI+, en especial aquellas personas afectadas por el consumo problemático de sustancias y por situaciones de violencia.

«Los riesgos para las feminidades están muy vinculados a la violencia sexual, a la estigmatización de las tareas de cuidado sobre las infancias que tengamos a cargo, y a penalizar la grupalidad», explicó Capra a Télam.

«Para nosotras, la reducción de riesgos y daños tiene que ver con primero conocer la vida de esa compañera, para poder hacer una intervención que la ponga a ella como protagonista y sujeta de derechos, un camino muy difícil de construir, y en general se tarda mucho tiempo», agregó.

«Los riesgos para las feminidades están muy vinculados a la violencia sexual, a la estigmatización de las tareas de cuidado sobre las infancias que tengamos a cargo, y a penalizar la grupalidad»Lucía Capra, psicóloga social

Entre las personas que asisten a la casa está Cintia Quetglas (39), quien, luego de ser asistida durante algunos años, se transformó a su vez en promotora territorial y hoy es ella quien asiste a otras feminidades en ese proceso con una primera escucha.

«En un montón de cosas te juzgan por ser mujer», dijo Cintia a Télam.

«Llegué hace seis años a Kuña por problemas de violencia de género y de consumo de cocaína y alcohol, que consumía desde los 14 años -añadió-. Vine porque me ofrecieron trabajo: ayudar a otras personas».

En la actualidad, la joven da talleres sobre reducción de daños y anticonceptivos a personas en situación de consumo problemático sobre cómo reducir el riesgo porque -explicó- «en ningún momento se les puede decir que dejen de consumir, no se puede dejar (la sustancia que fuere) de un día para el otro, también yo fui trabajando mi consumo», explicó.

Cintia se dió cuenta de que su consumo era problemático cuando perdió a su hija, que se había ido a vivir a lo del padre, y cuando notó que mantenía el consumo durante uno de sus embarazos.

«Kuña Guapa es todo para mí, -resumió- gracias a la casa puedo estar bien con mi bebé, no hablo de lo económico, hablo del compañerismo, de que se preocuparon siempre por mí y de que estuvieron al lado mío sin juzgarme cuando recaí, siempre apostando en mí y en muchas compañeras más».

En tanto, ayudar a otra feminidades para Cintia es «algo relindo y triste a la vez cuando recién empiezan a abordarlo».

Lo que les explica en los talleres son «los cuidados al consumir y después de consumir» a quienes en la actualidad buscaron ayuda porque ya consumen, para que «vayan dejando de a poco, se cuiden y tengan un consumo no problemático», concluyó.

Gisel Coronel (24) también vive en San Martín y tiene dos hijas, una de 8 y otra de 6. «Soy tucumana, vine acá cuando tenía 14 años. Consumía cocaína, pero hace más de un año y medio tengo controlado el consumo y trabajo ayudando a otras pibas», contó a Télam.

«No se trata solamente de darte información sobre las sustancias que consumís, sino que es considerar que el otro no es culpable de lo que pasa porque no es un problema de voluntad individual»Gabriela Torres

Ser mamá soltera fue «muy difícil» para ella. Cuando pudo identificar que lo que estaba pasando era violencia de género y se separó del padre de sus hijas buscó trabajo en una panadería de José León Suarez y lo primero que le preguntaron fue si tenía hijos. «Cuando les dije que sí me contestaron que no me tomaban», relató angustiada.

«El proceso para controlar el consumo fue de a poco», señaló Gisel y recordó que, aunque le costó porque «no arrancaba o volvía para atrás», siempre la hicieron sentir «muy acompañada» en Kuña Guapa.

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En cuanto a su actual función como promotora, la joven explicó que lo que hace es acompañar la vida en general de las personas a las que asiste, «desde un taller hasta ir con ellas a un turno médico o escuchas para que no se sientan solas». Para ella, más que un trabajo, son su «familia».

Con respecto a la reducción de riesgos y daños en la Argentina la titular de la Sedronar explicó que «no es una política sino una estrategia entre otras intervenciones», que tiene que ver con aceptar a las personas «como vienen» para atenderlas, y si es necesario «ofrecer una ducha, comida, venir unos días antes de que puedas hablar con alguien, para bajar esa compulsión».

«Es muy importante que el Estado tome posición en la atención porque si no se habla solamente de la sustancia y poco de las personas. El cuidado de las personas es un tema de todos»Gabriela Torres

En ese sentido, apuntó que «hay que usar estrategias para que esa persona empiece a confiar en alguien y que empiece a ser parte de un proceso de acompañamiento, no se trata solamente de darte información sobre las sustancias que consumís, sino que es considerar que el otro no es culpable de lo que pasa porque no es un problema de voluntad individual».

La Sedronar tiene una red de atención de 800 espacios de atención con diferentes modalidades en todo el país.También trabaja en conjunto con las 24 jurisdicciones, municipios, organizaciones sociales y eclesiales, sindicatos, universidades, con espacios de primera escucha, casas comunitarias en los territorios, lugares armados por los municipios donde Sedronar financia profesionales y mantiene convenios con instituciones privadas para subsidiar la internación de personas.

«En la Argentina tenemos 58 mil tratamientos ambulatorios por mes en espacios de Sedronar, y más de 6000 personas en espacios convivenciales. Es muy importante que el Estado tome posición en la atención porque si no se habla solamente de la sustancia y poco de las personas. El cuidado de las personas es un tema de todos», concluyó Torres.

Foto Victoria Egurza

Foto: Victoria Egurza

 

LA IMPORTANCIA DE UN ABORDAJE INDIVIDUAL QUE DÉ CUENTA DE LA DIMENSIÓN COLECTIVA

«Todo consumo problemático o adicción es un síntoma, habla de un padecimiento y siempre tiene que ver con quién es la persona, su cuerpo, el contexto y su trayectoria de vida», advierte la titular de la Sedronar, Gabriela Torres, para quien es necesario avanzar en «políticas de cuidado» individuales que a su vez atiendan «la dimensión colectiva» de esa problemática de salud pública.

La Sedronar advierte que las drogas «se diferencian por sus características específicas, por sus efectos, por sus modalidades de consumo y por sus circuitos de distribución», entre otras variables.

Sean de curso legal, como el alcohol, el tabaco o los psicofármacos, o ilegal, como la marihuana, la cocaína o las drogas sintéticas, en todos los casos se trata de sustancias psicoactivas con las que quienes las consumen pueden establecer vínculos problemáticos y/o relaciones de dependencia.

«El alcohol -también- es una droga al igual que el tabaco y los medicamentos», resaltó a Télam la titular de la Sedronar, Gabiela Torres y enfatizó que «es la sustancia psicoactiva -legal- más consumida en el país».

Según la OMS, cada año se producen 3 millones de muertes en el mundo debido al consumo nocivo de alcohol.

A su vez, existen diferencias entre los conceptos «abuso de drogas, consumo problemático y adicción», explicaron desde la Sedronar.

«Todo consumo problemático o adicción es un síntoma, habla de un padecimiento y siempre tiene que ver con quién es la persona, su cuerpo, el contexto y su trayectoria de vida. No es un tema de voluntad individual. No es lo mismo un abuso de drogas, que un consumo problemático o una adicción», definió la Sedronar.

Adicción es cuando «la vida de esa persona gira en torno al consumo de sustancias».

En tanto, los consumos problemáticos de sustancias «atraviesan a todas las clases sociales y edades, y constituyen fenómenos multidimensionales y complejos en los que se destaca una dimensión jurídico-normativa, una médico-sanitaria y una subjetiva», señalaron desde el organismo.

Eso es así -agregaron- porque el sentido que tiene el consumo de sustancias para cada persona se inscribe en «lo singular de su historia de vida, enlazado con su contexto sociocultural y en el marco de una cultura del consumo».

En ese sentido, desde el Estado nacional se prioriza referirse a «políticas de cuidado» porque es necesario «promover el cuidado colectivo y corresponsable».

En ese aspecto, Torres concluyó que hay «microacciones» que todos podemos hacer en relación a no estigmatizar a la persona que consume: «no vender alcohol a menores, acompañar a las juventudes y tener una mirada más empática».

 

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