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En dos años, otras 25 clínicas cerraron en el interior

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El sistema de salud privado en el interior de la provincia de Córdoba se sigue achicando. Entre 2016 y 2017, 25 clínicas más cerraron sus centros de internación. Las menos, continuaron como centros ambulatorios. La mayoría, directamente no funciona más.

 

El achique significa una reducción del 18,5 por ciento en los últimos dos años. Y respecto a una década atrás, el recorte es del 48 por ciento. Hoy hay sanatorios privados en 62 localidades del interior, cuando dos años atrás estaban en 73. En resumen: 11 ciudades se quedaron sin servicio.

 

En Capital el fenómeno, que hasta 2015 también se repetía, cambió de dirección: se sumaron cuatro nuevas instituciones en los últimos dos años, y con los principales actores embarcados en planes de inversión.

Semejante achique tiene efectos políticos, sociales y económicos de toda índole. Quienes primero sienten la ausencia del prestador privado son los intendentes: son los que tienen que articular alguna solución porque el vecino se queja.

 

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El ciudadano se siente desprotegido y parte de un todo que lo olvida: en su pueblo no puede siquiera operarse de vesícula. El Estado, por tanto, es ahí el canalizador de toda la demanda, desde lo simple hasta lo más complejo.

Si bien las explicaciones de tamaña crisis son variadas, hay una que es determinante: el financiamiento.

 

“Nos fijan el precio, los insumos suben y no podemos trasladar los aumentos que tenemos a los precios de las cosas que hacemos”, dice Juan Gras, titular del Hospital Italiano y presidente de Aclisa, una de las dos entidades que nuclea a los prestadores privados de salud en Córdoba.

 

Gras hace una cuenta rápida: de 3,3 millones de habitantes que tiene la provincia, un millón no tiene cobertura y de los que quedan, 700 mil tienen Apross y 500 mil Pami. “Y si Apross o el Pami, como pasó este año, no acompañan con los valores, se van desfinanciando las entidades”, agrega.

 

Además, hay que contar la demora de los financiadores en cancelar las prestaciones. “Si voy a facturar mil pesos pero los cobro a los 90 días, tengo tres millones de pesos en la calle. Hay mucho capital de trabajo en la calle y se empiezan a tomar malas decisiones, te ahorca”, describe Marcos Lozada, director del Sanatorio Allende.

 

Cuestión de escala

 

El volumen es un aspecto clave. “Las 11 principales clínicas del interior, las más importantes, facturan en conjunto menos que las cuatro más chicas de Córdoba Capital”, resume Diego Dequino, titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba, que elaboró en 2017 un relevamiento sobre el sector en la provincia.

 

“Muchas no tienen capacidad de gestión, han sido abiertas a pulmón, por el médico del pueblo que ahora está grande; no se han actualizado, no han podido invertir y no están los incentivos que debieran existir para sostenerlas”, agrega Lozada, presidente de Caescor, la otra entidad gremial–empresaria.

 

Es tal la especialización médica, que ofrecerla requiere atender, mínimo, a 15 pacientes por día. Y en el interior, no están.

 

Además, todos reconocen que negociar con los financiadores (públicos, prepagas y obras sociales) requiere de tantas artimañas, que los pequeños se quedan afuera. “Con una estructura chica no tenés esa capacidad, más a la distancia”, insiste Lozada.

 

“Hay un serio problema de rentabilidad, la ecuación económica está profundamente jaqueada”, sostiene a su vez Pablo Paltrinieri, director comercial del Hospital Privado de Córdoba.

 

A los ingresos que no acompañan y a los costos altos, muchos en dólares, se suma que el IVA en el sector no es computable, más ingresos brutos, tasas municipales y la importación de tecnología que paga aranceles como cualquier producto.

 

“Perdemos entre el 40 y 50 por ciento del IVA que pagamos en la compra de insumos; cuando vas sumando un poco de cada lado, tenés una carga fenomenal”, dice Patrinieri. Y pronostica: “Si esto sigue así, en tres años quedamos cinco jugadores”.

 

Los que trabajan

 

Después, está el factor humano. El personal en salud es otro punto clave. “A nosotros nos cuesta llenar las plantillas de terapia, nos cuesta conseguir neonatólogos, nos faltan anestesistas”, dice Lozada, del Allende, que trabaja a capacidad completa en sus dos hospitales y acaba de anunciar la construcción de un tercero en la zona sur de Capital.

 

“La situación es negativa, se repite el ciclo de inflación con devaluación y eso es complicado para la salud”, admite a su turno el ministro de Salud de la Provincia, Francisco Fortuna. Probablemente, la última devaluación haya sido el golpe mortal para muchas clínicas, en agonía desde hace años. “Con cada crisis, quedan un escalón más abajo, no se recuperan”, apunta Fortuna.

 

La cuestión es que van desapareciendo de a una por mes.

 

El ministro Fortuna reconoce que la “fragmentación” del sistema, entre actores de la Nación, la Provincia, los municipios, los gremios y las empresas es un problema que complejiza el cuadro.

 

¿Y ahora?

 

Algunos, en el sector privado, se entusiasmaban con que el gobierno nacional de Cambiemos pudiera, vía más el Ministerio de Trabajo que el de Salud, animarse a un replanteo general. “Es momento de hacer una propuesta en serio, habiendo los cambios de aire que hay”, sugiere Paltrinieri.

 

Mientras, los entendidos repiten que la tendencia es la regionalización, que hay que hacer sinergia entre el sector público y el privado y armar una buena red de derivación y traslado.

 

El Italiano, de la Capital, hizo punta y planteó este año un modelo de red asistencial: se asocia con clínicas del interior. Armaron una sociedad anónima con gobierno centralizado, compartiendo recursos humanos y compras. Participan de esa flamante red entidades de Jesús María, Alta Gracia, Villa María, Totoral y Villa General Belgrano y, como adherentes, otras de Corral de Bustos, Villa Dolores y Pozo del Molle. Hoy tienen 400 camas (200 de ellas en el interior), 700 médicos y 1.200 empleados.

 

En muchos casos, las intendencias –como pueden– asumen la prestación sanitaria básica. Desde febrero, reciben ciento por ciento del Fofindes con afectación a salud. Son 1.700 millones en 2017. Hay una experiencia interesante de Noetinger con el Hospital Italiano, en lo que sería la primera asociación de este tipo en el interior (ver El pueblo que prueba…).

 

“El Estado tiene que garantizar el acceso a la salud en forma universal. La inversión que se ha hecho en los últimos años es importante, hay 60 hospitales y al menos uno regional en cada departamento, y en algunos dos”, acota el ministro Fortuna.

 

Pero nadie se inmuta demasiado. Y sucede: son 146 clínicas menos en apenas 13 años.

Dos caras. En 2008 cerró la Clínica del Valle, la última que quedaba en Santa Rosa, la mayor ciudad de Calamuchita. En la zona no hay otras. El hospital provincial Eva Perón concentra la demanda regional.

 

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