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TENDENCIAS – Síndrome del salvador: por qué hay personas que asumen la responsabilidad de los problemas ajenos

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A menudo suele verse personas que asumen en la vida un papel tendiente a «rescatar» a los demás, asumiendo la responsabilidad de los problemas ajenos. Este tipo de personas suelen colocarse en una posición paternal o maternal ante aquellos otros que son sus pares, ya sean parejas, amigos o compañeros.

El comportamiento es lo que los psicólogos denominan «síndrome del salvador» y aseguran que «lo que se oculta detrás de esa actitud es la falta de confianza en la habilidad que pueden tener los otros de asumir y resolver sus propios problemas». Según describió la licenciada en Psicología María Noel Lucano (MN 34260), «se trata de personas que consideran que sólo ellos tienen la capacidad, los recursos y herramientas para abordar los problemas de otros. Se colocan en un nivel de superioridad, pretendiendo generar una co-depedencia con sus vínculos«.

Para la especialista en coaching ontológico, «este tipo de personalidades sienten la constante necesidad de ayudar a los demás, es decir, de sentirse necesitados por el otro».

 Se trata de personas que consideran que sólo ellos tienen la capacidad, los recursos y herramientas para abordar los problemas de otros
 

Su modus operandi consiste en ir asumiendo y solucionando los problemas de los demás, anhelando sentirse imprescindibles ya que es esto último lo que le da un sentido a su existencia y no lograrlo les genera frustración y vacío.

Relaciones de pareja

Una de las dos personas quiere salvar a la otra, ayudándola a solucionar sus problemas y su vida (Shutterstock)
Una de las dos personas quiere salvar a la otra, ayudándola a solucionar sus problemas y su vida (Shutterstock)

El denominado síndrome del salvador es algo muy común en las relaciones de pareja en las cuales prevalece una gran dependencia emocional. «Una de las dos personas quiere salvar a la otra, ayudándola a solucionar sus problemas y su vida; necesita sentirse útil e indispensable al punto de olvidarse por completo de sí mismo», describió Lucano, quien ahondó: «Es decir, se posterga, se anula y, claramente, tapa la posibilidad de respetar y preservar su propia individualidad».

«Sólo siente que es, si es en función de lo que puede hacer por y para el otro. Y si bien lo que se demuestra es un deseo de ayudar, lo que encierra este supuesto altruismo es un deseo de control así como de sentirse superior –sostuvo–. La relación que se establece entre ambas partes es asimétrica, es decir, prevalece una desigualdad en los roles«.

Se debe tener en cuenta que para que exista un salvador también debe haber alguien que desee ser salvado o rescatado. Esto genera que se produzca una modalidad de funcionamiento particular entre quien padece el síndrome y quien acepta su protección.

Características propias del síndrome

Querer salvar al otro es una manera de no querer ver las propias heridas (Shutterstock)
Querer salvar al otro es una manera de no querer ver las propias heridas (Shutterstock)

En líneas generales suele ser una persona con rasgos controladores, que tiende a no confiar en la capacidad del otro para resolver sus problemas, motivo por el cual prefiere hacerse cargo de ellos. «Mientras el otro tenga la necesidad de su protección, lo podrá controlar y no correrá el riesgo de ser abandonado. Este tipo de personas frecuentemente tienen miedo a enfrentarse a sus propios conflictos y defectos o carencias, motivo por el cual prefieren asumir los del otro», destacó la especialista, para quien «no asumen en definitiva la responsabilidad de sí mismos, de sus propias elecciones ni de su vida en general».

«Querer salvar al otro es una manera de no querer ver las propias heridas, para no entrar en el propio dolor y enfrentarse a él –analizó–. La elección (inconsciente) es escapar y enfocar toda esta energía en ayudar a la otra persona a salir del dolor provocado de sus heridas».

Prevalece el mecanismo de proyección, llevando hacia afuera el propio dolor. «Al reconocer en el otro la misma herida, aparece la empatía con lo que al otro le sucede y el deseo de ayudarlo. Lo que esta actitud encubre, en realidad, es una necesidad desesperada de resolver en el otro lo que no se quiere ver dentro de sí mismo«, enfatizó Lucano, y agregó que «de esas heridas de rechazo, abandono, humillación, traición, que generan tanto malestar, es de lo que se está huyendo».

Rasgos propios de alguien que ocupa el rol del «salvado»

Suelen ser personas que atribuyen lo que les sucede a factores externos que no dependen de ellos (Shutterstock)
Suelen ser personas que atribuyen lo que les sucede a factores externos que no dependen de ellos (Shutterstock)

El perfil del «salvado» suele caracterizarse por ser una personalidad dependiente, con poca seguridad en sí mismo y baja autoestima, y al que le resulta dificultoso salir de su zona de confort.

«Suelen ser personas que atribuyen lo que les sucede a factores externos que no dependen de ellos, y a la conducta de los demás; es decir, que piensan que no está en sus manos cambiar su situación sintiendo que necesitan tener a su lado a personas que consideren más fuertes que ellos. Son sujetos muy sensibles que buscan constantemente apoyo y sostén«. La especialista destacó que «suelen estar continuamente en algún tipo de dificultad que no saben ni pueden resolver, ya sea de índole familiar, laboral, económica o de salud».

Adicciones, alcoholismo, trastornos de alimentación, entre otros, pueden ser problemáticas propias de este tipo de personalidades. Generan problemas constantemente, por eso, el «salvador» termina siendo un punto de anclaje para ellos; es el bastón que les ayuda a avanzar y tener seguridad en la vida.

Cómo evitar esta dinámica de funcionamiento

Hacer consciente este tipo de patrón de funcionamiento es el primer paso para salir de él (Shutterstock)
Hacer consciente este tipo de patrón de funcionamiento es el primer paso para salir de él (Shutterstock)

«En primer lugar es importante registrar lo que ambos poseen en común, ninguno de los dos perfiles quiere hacerse responsables de sus propias emociones. Uno prefiere hacerse responsable de las heridas del otro y el otro prefiere que alguien lo haga en su lugar: son exactamente lo mismo». Así, «responsabilizarse sobre uno mismo implica tomar poder de decisión, dejar de ceder a otros el poder de elegir sobre la propia vida y empezar a crecer».

Para poder modificar este tipo de funcionamiento, según Lucano, es fundamental entonces tener en cuenta lo siguiente:

* Tomar conciencia de este patrón de funcionamiento. Al tratarse de un patrón inconsciente, seguramente aprendido a través de las primeras relaciones significativas de la vida, hacer consciente este tipo de patrón de funcionamiento es el primer paso para salir de él.

 Ayudar al otro puede ser una actitud muy noble y generosa, siempre que sea una ayuda basada en el respeto y la igualdad

* Estar dispuesto a hacer un quiebre en esta modalidad. A través del síndrome del salvador la persona se siente especial, valorada y amada. Por eso muchas veces no quiere salir de él ya que se siente imprescindible. Trabajar en el fortalecimiento de la autoestima así como en el registro del propio malestar implica asumir la responsabilidad de lo que le sucede, dejando de postergarse en pos de «ayudar» al otro.

* Distinguir la empatía de la simpatía. Si bien suele describirse al salvador como una persona empática, es importante no confundir empatía con simpatía. La simpatía es la capacidad que tenemos para solucionar los problemas de los demás desde nuestra propia visión, es decir, desde la forma en que lo haríamos nosotros. La empatía es la capacidad de ponernos en la piel del otro, acompañarlo y ayudarlo a solucionar sus conflictos a su propia manera, permitiéndole que crezca. Esto es inclusive aunque no compartamos lo que el otro piensa o siente.

Ayudar al otro puede ser una actitud muy noble y generosa, siempre que sea una ayuda basada en el respeto y la igualdad, acompañando al otro sin intentar cambiarlo, y aceptándolo tal cual es. La ayuda sana entre adultos representa un intercambio de igual a igual en el que las dos personas se hacen responsables de su propia vida.

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